¿Os podéis imaginar lo que tiene que sentir un ser humano cuando está a 100 metros de profundidad?
Los que en algún momento de vuestra vida habéis sentido la presión hidrostática, es decir, la presión que ejerce sobre vuestro cuerpo la columna de agua, sabéis las sensaciones que tenemos a 10 metros, a 20 metros, a 40 metros, pero... ¿y a 100 metros?
A estas profundidades, las adaptaciones que tiene que hacer tu cuerpo para soportar la presión hacen que no "te rompas" bajo el mar. Después de que el reflejo de inmersión mueva la primera ficha a tu favor, el cuerpo irá sufriendo esas variaciones de presión y tendrá que ir adaptándose a ellas de manera gradual. Alguna de ellas como la presión tan brusca que reciben los tímpanos, deben de ser ecualizadas de inmediato para no sufrir ningún tipo de barotrauma. Al mismo tiempo, las señales de hipoxia que recibe el cerebro hacen que tu ritmo cardíaco vaya disminuyendo poco a poco, que tu metabolismo se vaya ralentizando para preservar el preciado oxígeno y que el centro nervioso demande sangre de las extremidades para enviarlo a los órganos vitales como corazón, pulmones o cerebro. Además, esta sangre actuará como "coraza" para tus pulmones evitando que implosionen debido a las 11 atmósferas a las que les estás sometiendo.
A 100 metros hay frío y oscuridad, la misma que se encontró nuestro invitado de esta semana en el 2019 en aguas de Honduras y donde rompió un nuevo record nacional. Después de todo lo que te he contado, ¿quién querría bajar allí abajo? La respuesta no es fácil y para intentar buscar una explicación deberíamos retroceder a la parte más atávica y primitiva de nuestra existencia.
Alfredo Roën no es de otro planeta, eso sí, es un ser humano excepcional pero no sólo por sus hazañas bajo el gran azul sino por otros muchos motivos que descubrirás en esta entrevista.
Espero que disfrutéis escuchando a uno de los mejores deportistas de nuestro amado deporte.
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